Escrita en portugués, el traductor nos advierte de la dificultad de su tarea ante la riqueza del texto (el autor suele jugar con el lenguaje y crear neologismos, alterar la sintaxis, y servirse de la tradición oral y de los proverbios), con gran cantidad de frases escritas en alguna de las lenguas mozambiqueñas que, Mia Couto, junto con el portugués, ha utilizado en la novela.
Se inicia la historia con la llegada, a un machimbombo (autobús) quemado, de dos seres que parecen venir de la nada, del lugar donde han sido despojados de todo, en un momento en el que parecía que todas las sombras habían caído sobre el mundo (esta situación inicial me recuerda, ahora, a la planteada en el libro “La carretera” de Cormac McCarthy, en la que un padre y un hijo caminan huyendo de un infierno apocalíptico). Los camineros, en este caso, son el crío Muidinga, abandonado a su suerte y el viejo Tuhair que lo ha acogido bajo su protección.